Adam Drewnowski | Director of the University of Washington Center for Obesity Research
Los factores socioeconómicos (poder adquisitivo, educación, trabajo) pueden tener un impacto directo en la salud a través de las decisiones relacionadas con la alimentación.
Los factores socioeconómicos (poder adquisitivo, educación, trabajo) pueden tener un impacto directo en la salud a través de las decisiones relacionadas con la alimentación. Las tasas de obesidad son mayores en poblaciones con menos recursos económicos, bajos ingresos y pobre educación. Para simplificar, nivel socioeconómico bajo. Esto significa que es un grupo poblacional más vulnerable a la hora de hacer elecciones alimentarias, y parte con desventaja a la hora de realizar la compra (sea saludable o no).
Y es que las decisiones se basan en la preferencia por el sabor, calorías, energía pero son dos factores los determinantes: el precio de los alimentos y su accesibilidad. Si para una persona supone un gran sacrificio buscar alimentos saludables (distancia al mercado, limitaciones físicas, etc.) y son más caros, sin duda resulta en una gran limitación para tener un estilo de vida saludable.
Pobreza nutricional
Grasas vegetales refinadas de mala calidad, azúcares añadidos, harinas refinadas… El resultado es una alimentación energéticamente mayor, pero nutricionalmente pobre y a un precio permisible. El exceso de calorías es la consecuencia de una mala alimentación, y en el trasfondo, el factor económico exacerba el problema.
Dicho de otra manera, una dieta con una gran densidad energética y una baja densidad nutricional. O lo que es lo mismo, priorizar la cantidad frente la calidad de la alimentación. Es lo que se podría enmarcar en un concepto como pobreza nutricional, donde es posible gastar menos dinero y comer más, sin valorar la calidad, porque la variable económica supone un gran condicionante para la compra.
Cantidad frente a calidad
¿Y los ultraprocesados tan baratos? Proporcionalmente hablando, los alimentos saludables de calidad (véase frutas y verduras, legumbres, carnes, pescados, huevos) son más caros que los productos procesados. Además no cuentan con la publicidad y la disponibilidad tan incidente como los productos procesados.
Ello hace que, ante un presupuesto limitado, la balanza se decante por la cantidad frente a la calidad, aún cuando se tenga consciencia de que no son las opciones más saludables, y productos y alimentos más baratos terminen componiendo la mayoría de la bolsa de la compra.