El estigma y la discriminación por el peso son omnipresentes y causan un daño significativo a las personas afectadas. El discurso generalizado sobre la obesidad en los medios de comunicación, en las campañas de salud pública, contribuye a la obesidad y, es una de las principales causas del estigma y la discriminación.
El estigma asociado al peso se ha documentado en múltiples ámbitos de la sociedad, en el lugar de trabajo y en el ambiente familiar, en la educación, en los entornos sanitarios así como en el entorno institucional.
Entre los adultos con obesidad, la prevalencia de la discriminación de peso es del 19-42%, con tasas más altas entre aquellos con mayor índice de masa corporal (IMC), y entre las mujeres en comparación con los hombres.
Las pruebas sugieren que los medios de comunicación son una fuente omnipresente de prejuicios sobre el peso y pueden reforzar el estigma mediante el uso de un marco inexacto de la obesidad y de imágenes, lenguaje y terminología inapropiados que atribuyen la obesidad enteramente a la responsabilidad personal.
En Estados Unidos y en todo el mundo se ha informado incluso de la existencia de prejuicios sobre el peso entre el personal sanitario incluidos los profesionales de atención primaria, endocrinólogos, cardiólogos, enfermeras, dietistas, profesionales de salud mental diversos profesionales dedicados a la investigación y tratamiento de la obesidad.
¿Cómo influye el estigma en la salud?
Conocemos que esta discriminación o estigma tiene consecuencias para la salud física y mental del estigma del peso.
Se considerar que el estigma del peso, puede contribuir a un deterioro de la salud mental con presencia de síntomas depresivos, mayores niveles de ansiedad, menor autoestima, aislamiento social y conductas alimentarias poco saludables, como atracones y sobreingesta emocional. Los estudios también muestran que la experiencia del estigma del peso está relacionada con un aumento de los comportamientos sedentarios y niveles más bajos de actividad física.
Los niños con sobrepeso y obesidad suelen sufrir las burlas y el acoso escolar basados en el peso. Los adolescentes con sobrepeso u obesidad tienen muchas más probabilidades de sufrir aislamiento social y un mayor riesgo de victimización relacional, verbal, cibernética y física. También son más propensos a desarrollar trastornos mentales, especialmente ansiedad y depresión.
¿Existe estigma a nivel de las instituciones?
Los datos sugieren que en ocasiones también existe estigma en la atención en las instituciones sanitarias, y los pacientes que afirman haber sufrido prejuicios relacionados con el peso en el entorno sanitario obtienen malos resultados en el tratamiento y es más probable que eviten recibir atención en el futuro.
Hasta la fecha, las iniciativas de salud pública no han tenido en cuenta el estigma como obstáculo para combatir la obesidad. Por el contrario, algunas estrategias de salud pública adoptan abiertamente la estigmatización de las personas con obesidad, basándose en la suposición de que la vergüenza les motivará a cambiar de comportamiento y lograr la pérdida de peso a través de una dieta autodirigida y un aumento del ejercicio físicos.
El estigma del peso puede inducir a error en las decisiones clínicas y los mensajes de salud pública, y podría promover una asignación improductiva de los limitados recursos de investigación. Los prejuicios y el estigma relacionados con el peso pueden dar lugar a discriminación y socavar los derechos humanos y sociales, así como la salud de las personas afectadas.
El estigma y la discriminación por el peso son omnipresentes y causan un daño significativo a las personas afectadas. El discurso generalizado sobre la obesidad en los medios de comunicación, en las campañas de salud pública, en los discursos políticos, e incluso en la literatura científica, que atribuye la causa de la obesidad a la obesidad, es una de las principales causas del estigma y la discriminación.
¿Es correcta la narrativa de la causa de la obesidad?
El refranero español contribuye al estima de la obesidad, el refran "menos plazo y más zapato" esta dirigido a aquellas personas que tienen sobrepeso. La fórmula “Peso corporal = calorías ingeridas - calorías consumidas” suele simplificarse en la narrativa pública de la obesidad, como si las dos variables (calorías ingeridas y calorías consumidas) dependieran sólo de dos factores. Sin embargo, ambas variables de la ecuación dependen de factores adicionales a los de comer y hacer ejercicio. Por ejemplo, la ingesta de energía depende de la cantidad de alimentos consumidos, pero también de la cantidad de energía derivada de los alimentos absorbida a través del tracto gastrointestinal, que a su vez está influenciada por múltiples factores (enzimas digestivas, los ácidos biliares, la microbiota, las hormonas intestinales y las señales neuronales), ninguno de los cuales está bajo control voluntario.
Del mismo modo, el gasto energético no se debe en su totalidad a la actividad física, que sólo contribuye en un 30% al gasto energético diario total. La tasa metabólica representa el 60-80% del gasto energético diario total, y el efecto térmico de la alimentación constituye aproximadamente el 10%.
La existencia de un sistema homeostático potente y preciso que mantiene el peso corporal dentro de un intervalo relativamente estrecho está respaldada por pruebas científicas. Este sistema regulador puede contrarrestar los esfuerzos voluntarios por reducir el peso corporal activando potentes respuestas biológicas compensatorias que favorecen la recuperación del peso. Las pruebas clínicas demuestran que una pérdida de peso del 10% provoca cambios compensatorios en el gasto energético y modificaciones de las señales del apetito que aumentan el hambre y reducen la saciedad. Estas adaptaciones metabólicas y biológicas pueden persistir a largo plazo tras la pérdida de peso y continuar incluso después de una recuperación parcial del peso.
¿Existe estigma en la cirugía de la obesidad?
En comparación con las personas que pierden peso con dieta y ejercicio, las personas que a las que se indica cirugía para conseguir la perdida de peso pueden correr el riesgo de sufrir un estigma más fuerte, ya que se las estereotipa como perezosas y menos responsables de su pérdida de peso.
La suposición generalizada, de que el peso corporal es totalmente controlable mediante elecciones de estilo de vida y que las dietas autogestionadas pueden revertir podrían explicar el bajo nivel de apoyo público a la cobertura de intervenciones contra la obesidad. Por ejemplo, muchas aseguradoras sanitarias públicas y privadas no cubren la cirugía metabólica o tienen limitaciones importantes en cuanto a su cobertura.
A pesar de que en el momento actual la cirugía de la obesidad, es el mejor tratamiento para la obesidad grado III, ofrece un ejemplo convincente de cómo el estigma del peso puede extenderse también a los tratamientos de la obesidad. No es de extrañar que muchos oculten su estado quirúrgico.